Al contratar un seguro de construcción, es esencial elegir coberturas que protejan frente a los riesgos propios de la actividad de obra. Entre las coberturas básicas, destaca el riesgo de obra, que ampara daños accidentales o pérdidas que puedan ocurrir durante la construcción, desde los cimientos hasta la estructura final, garantizando la protección de la inversión en cada fase del proyecto.
La responsabilidad civil es otra cobertura imprescindible, ya que protege frente a reclamaciones por daños a terceros o lesiones que puedan producirse en el sitio de la obra. Este tipo de protección asegura una gestión segura de los riesgos legales y financieros, evitando que incidencias inesperadas comprometan la viabilidad del proyecto.
Además, las coberturas adicionales aportan una seguridad extra y contribuyen a mantener la continuidad del trabajo. Entre las más relevantes se encuentran todo riesgo montaje, que protege instalaciones y componentes durante el ensamblaje, y avería de maquinaria, que cubre daños o fallos en los equipos utilizados, minimizando retrasos significativos en la obra. Otra cobertura clave es la pérdida de beneficios, que compensa la interrupción de ingresos en caso de retrasos derivados de siniestros cubiertos, garantizando la estabilidad financiera del proyecto.
Seleccionar un seguro de construcción con estas coberturas permite a las empresas y promotores afrontar la obra con tranquilidad, asegurando tanto la inversión como la continuidad y eficiencia del proyecto ante imprevistos.



